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Ruido e ictus, primos hermanos

Hay un tipo de contaminación que no porque no te ahogue o envenene resulta inocua. La contaminación acústica es ese incordio invisible que no sólo molesta un rato por la razón que sea. Un ruido excesivo puede causar, directamente, daños físicos en nuestro órgano auditivo. Pero también daños indirectos. Sobre  todo, a partir de los trastornos mentales. Porque no hace falta que sea intenso. Un sonido desagradable interfiere en nuestra vida. De forma consciente o inconsciente. Recuerdo una película protagonizada por Tim Robbins (Noise, de 2007), cuyo título en español fue no el literal, ‘ruido’, sino el más descriptivo Sobrepasando el límite. El bueno de Tim acababa desquiciado por los ruidos que le rodeaban hasta el punto de iniciar una cruzada contra todo aquel sonido irritante. Una historia inspirada en la del propio director de la película, y guionista, Henry Bean, encarcelado por destrozar coches. Rompía las lunas y abría el capó para desconectar las alarmas que sus propietarios, por mucho que sonasen, no se molestaban en apagar.

Tengo claro que la inmensa mayoría de los ruidos son provocados por incivismo. Me comentaba anoche una buena amiga que cuando llega tarde a casa procura frenar la puerta del ascensor, porque golpea el marco y, en el silencio de la madrugada, pues se nota. Que ella lo hace. Pero que sus vecinos no tienen la misma consideración. Tampoco tiene ninguna consideración esos motoristas que procuran manipular su tubo de escape para que la moto logre una potencia extra a costa de un ruido insoportable que nos sabe a gloria a todos los ciudadanos tranquilamente en sus casas. O el que le gusta eso de aparcar en doble fila y se va a Nueva Zelanda, porque todo el mundo menos él escucha con alegría la bocina que, como única solución, le da por aplicarnos al tímpano el que se ha quedado sin poder sacar su vehículo. En fin. Para que luego digan que no es necesario ‘Educación para la ciudadanía’.

Los poderes políticos podían también quitarse los tapones y ponerse las pilas a la hora de controlar el ruido. Crear normativa al uso y hacerla cumplir. Seguro que en sus mansiones no ven perturbada la tranquilidad o el sueño reparador como lo sufrimos los votantes de a pie. Y si una ciudadanía más descansada (como decía el bisabuelo, «cuerpo descansado vale dinero») y, por tanto, más productiva no le vale al gobernante como argumento para tomar medias, tal vez lo haga este otro dato. Un estudio europeo relaciona la exposición prolongada al ruido del tráfico con un mayor riesgo de ictus. Así lo ha recogido ipso facto la Fundación Española del Corazón. No es broma. Quienes hemos vivido de cerca las consecuencias de un infarto cerebral hubiéramos hecho cualquier cosa para poder evitarlo. Si reducir decibelios disminuye el riesgo, no sé a qué estamos esperando.

Directamente, os dejo con la nota de prensa tal cual.

La Fundación Española del Corazón (FEC) advierte de que una exposición prolongada al ruido del tráfico elevado podría aumentar el riesgo de padecer un accidente cerebrovascular o ictus.

Así lo ha sugerido un estudio publicado en la prestigiosa publicación médica European Heart Journal a principios de año. Investigadores del Instituto de Epidemiología del Cáncer de Copenhague analizaron la asociación entre la exposición estimada al ruido ambiental y la incidencia de ictus en cerca de 51.500 personas incluidas en un registro previo. De ellas, 1.881 fueron hospitalizadas por ictus como primera causa y se demostró que por cada 10 decibelios de más de exposición al ruido del tráfico, aumentaba un 14% la probabilidad de padecer esta complicación tras ajustar por otros factores. El estudio también demostró que este riesgo aumentaba hasta en un 27% en las personas mayores de 65 años.

Existen otros estudios que también han indagado sobre este posible factor de riesgo cardiovascular. Uno de ellos, el metaanálisis “Relationship between noise annoyance from road traffic noise and cardiovascular diseases” llevado a cabo por investigadores alemanes y realizado a partir de ocho estudios europeos que analizaban los efectos del ruido, demostró que los sujetos expuestos a niveles altos de ruido tuvieron un aumento del 15,5% en el riesgo de padecer hipertensión arterial, uno de los principales factores de riesgo cardiovascular.

Este aumento del riesgo podría deberse a la activación del sistema nervioso simpático, que provoca un aumento de la presión arterial, particularmente si el exceso de ruido se produce durante la noche e impide un descanso nocturno adecuado”, informa el Dr. José A. Barrabés, presidente de la Sección de Cardiopatía Isquémica y Unidades Coronarias de la Sociedad Española de Cardiología.

El ruido se está convirtiendo, cada vez más, en una de las consecuencias negativas de vivir en las grandes ciudades; así, según un informe elaborado por la OMS, la contaminación acústica es, tras la polución, la segunda mayor amenaza ambiental. En Europa, aproximadamente el 30% de la población está expuesta a un promedio de ruido superior a los 55 dB tanto de día y como de noche, cifra que roza los máximos permitidos por la OMS (de 55 dB por la noche y 65 dB durante el día). La situación en España también es alarmante, ya que, por ejemplo, según cifras del Área de Medioambiente del Ayuntamiento de Madrid, los madrileños registran un nivel de ruido diario de 61.8 dB.

Aunque el ruido del tráfico no está considerado, por el momento, como factor de riesgo en sí mismo, cada vez existen más indicios de que la exposición continua a un ruido excesivo podría afectar de forma negativa a nuestra salud cardiovascular. Desde la Fundación Española del Corazón recomendamos a los ciudadanos que eviten en lo posible estas exposiciones y pedimos a los gobernantes que se tomen las medidas necesarias para que se cumplan las recomendaciones internacionales respecto a los niveles de ruido permitidos”, afirma el Dr. Barrabés.

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